A menudo, los términos economía social, tercer sector y economía solidaria se utilizan como sinónimos. Sin embargo, estos términos se refieren a modelos de organización que no son iguales y que realizan diferentes tipos de actividades.
El reciente Plan de Acción sobre Economía Social elaborado por la Comisión Europea (2021) señala:
La economía social engloba un abanico de entidades con diferentes modelos empresariales y organizativos. Operan en una gran variedad de sectores económicos: agricultura, silvicultura y pesca, construcción, reutilización y reparación, gestión de residuos, comercio mayorista y minorista, energía y clima, información y comunicación, actividades financieras y de seguros, actividades inmobiliarias, profesionales, científicas y técnicas, educación, salud humana y actividades de trabajo social, artes, cultura y medios de comunicación.
Según la Comisión, la economía social representa el 10 % de todas las empresas de la UE, dando empleo a aproximadamente 13,6 millones de personas. Además, la economía social moviliza, a través del voluntariado, el equivalente a 5,5 millones de trabajadores a tiempo completo (página 11 de este documento).
Mientras, en España, el Gobierno acaba de anunciar un plan estratégico que asigna 800 millones de euros para el impulso y desarrollo de la economía social y de cuidados.
Bajo el término economía social conviven distintos tipos de entidades, entre las que destacan las cooperativas, las mutualidades y las entidades sin fines lucrativos. En la actualidad, todas ellas son consideradas como empresas sociales y organizaciones de economía social (Social Business Initiative, 2011).
No obstante, existe cierto debate académico sobre cuál debería ser el modelo de referencia para las organizaciones de economía social.
Algunos autores apuestan por las cooperativas como modelo de referencia porque son capaces de perseguir un fin económico mientras revierten parte de sus beneficios en su entorno. Por el contrario, otros autores consideran que la posibilidad de repartir los beneficios entre los socios podría limitar la consideración de las cooperativas como modelo de referencia.
Así, se hace necesario introducir algunas características de las entidades sin fines lucrativos para establecer los modelos de organización de la economía social.
Este debate está presente en la literatura académica: para Defourny et al. (2018), las organizaciones de la economía social “surgen de todas las partes de la economía y pueden relacionarse con diferentes contextos organizacionales, a saber, las entidades sin fines lucrativos, cooperativas y sectores mercantiles más tradicionales que existen en casi todos los países”.
Compartimos este punto de vista, reconociendo que ambos modelos tienen limitaciones y desafíos que enfrentar. Por ejemplo, si nos enfocamos en las cooperativas, podemos identificar algunos desafíos relacionados con la gobernanza y los procesos de toma de decisiones. Desafíos similares también se observan en las entidades sin fines lucrativos.
Si pensamos en la reciente pandemia de covid-19 y las fundaciones bancarias españolas, podemos encontrarnos con algunos retos. Algunas de estas fundaciones bancarias surgieron de la escisión entre la vertiente económica y la social de las cajas de ahorro originales para reorientar la finalidad social de estas entidades.
Sus recursos financieros son los dividendos que perciben por su participación en los bancos comerciales que se crearon como consecuencia de esta escisión. Sin embargo, durante la pandemia, las autoridades públicas prohibieron la asignación de dividendos a quienes se acogieran a los expedientes de regulación temporal de empleo, lo que introdujo tensiones financieras en las fundaciones.
El regulador y los legisladores deben considerar la realidad, el debate detrás de estas organizaciones y los estudios académicos que respaldan la evolución de este sector. Las tendencias más recientes confirman una evolución desde las organizaciones tradicionales, como cooperativas y entidades sin fines lucrativos, hacia modelos híbridos.
Actualmente, estos modelos híbridos representan la forma de promover y emprender iniciativas sociales. Estos modelos deben mantener ciertos valores para garantizar el éxito de estas entidades.
En el contexto de la UE, estos valores se resumen bajo la consideración de que el objetivo de las organizaciones de economía social es poner sistemáticamente a las personas en primer lugar, producir un impacto positivo en las comunidades locales y perseguir una misión social.
No obstante, esta definición debe completarse considerando algunos valores específicos como:
Y, finalmente, la independencia de los poderes públicos. Estos son los principios y valores que se identifican en la Ley de Economía Social española.
La economía social es la respuesta de las sociedades modernas a algunos problemas sociales. No podemos afirmar que sea una revolución en el mundo económico actual, pero lo que sí está claro es que este modelo económico representa un paso adelante en la resolución de algunas problemáticas sociales.
Por supuesto, aún queda mucho camino por recorrer, desafíos y limitaciones a los que estas organizaciones deben enfrentarse. Precisamente, estas limitaciones llaman la atención de la academia, que debe profundizar en el estudio y propuesta de soluciones en relación a las limitaciones antes mencionadas.
Solo así las organizaciones de la economía social encontrarán un entorno para crecer, desarrollarse y cambiar nuestra sociedad.
(*) Francisco J. López Arceiz es Senior Lecturer, Universidad Pública de Navarra; y Gustavo Marcos Matás es Lecturer in Marketing, Universidad Pública de Navarra.
El artículo original se puede consultar aquí:
https://mercado.com.ar/economia-y-politica/economia-social-abanico-de-diversidad-de-modelos/